Retrato de la impotencia
Mike Tyson, que podría ser lo más parecido al Bayern de Múnich para el Barça, pronunció un día la frase célebre de "todo el mundo tiene un plan hasta que suelto el primer puñetazo". El Barça salió a jugar contra el Bayern con un plan. El problema estaba en saber cómo iba a reaccionar el equipo de Koeman en cuanto encajara la primera bofetada, que iba a ser más pronto que tarde. Tras el primer soplamocos, el Barça se fue cayendo hasta acabar derrotado por 0-3 en un partido que supone un retrato de la impotencia de un Barça que para tratar de maquillar el drama acabó jugando haciendo un brindis a la juventud.
De salida, no pudo evitar el Barcelona la sensación de estar encarando sus temores más íntimos ante el Bayern desde el inicio. En parte por las bajas que mediatizaban la alineación y también porque la cicatriz de Lisboa sigue afeando el cutis de un Barça cada día más ajado. Por tanto, a Koeman no le quedó más opción de salir a disputar el partido como si fuera la resistencia de Stalingrado. Tenía un plan, que al primer guantazo se iba ir al garete. Lo que estaba por ver es si tenía otro.
De entrada, el Plan A estaba claro: se limitaba a cerrar espacios detrás, no perder balones en el medio y tratar de cazar alguna en ataque. Detrás, únicamente Araújo dio la talla mientras que Piqué aculaba demasiado al equipo y Eric sufría en los giros de los atacantes bávaros. El centro del campo tampoco colaboraba y dos pérdidas de Sergi Roberto y Busquets estuvieron a punto de crear el caos. Delante, Luuk de Jong bajaba todos los balones posibles y Memphis se peleaba en solitario ante una defensa alemana que dejó inédito a Neuer en la primera parte.
El bofetón llegó justo pasada la media hora de partido cuando Müller se aprovechó del ensimismamiento de la defensa blaugrana que le permitió un disparo desde la frontal que dio en el culo de Eric y descolocó a un Ter Stegen que quince minutos antes había salvado el primer gol del Bayern a disparo de Sané.
El gol del Bayern abría un dilema para el Barça: cambiar el plan a costa de recibir un mayor castigo, o seguir aguantando a costa del más que evidente peligro de que cayera un segundo guantazo.
Como el Barcelona inició el segundo tiempo con menos ambición que un cesante con la pensión asegurada, el Bayern dio un paso al frente por acción de la inercia y Ter Stegen se volvió a encontrar con la responsabilidad de evitar el drama. A los seis minutos de la segunda parte, evitó el gol de Sané con el pie, pero en el Camp Nou se respiraba la sensación de que era cuestión de tiempo que llegase el segundo tato alemán. Concretamente, a cinco minutos, que fue el tiempo que tardó Lewandoski en anotar el 0-2 tras un disparo al poste de Musiala en una jugada en la que los alemanes chutaron tres veces ante la pasividad de los local.
Si ante el primer golpe ya no había plan, con el segundo ya no quedaba más que esperar un milagro y Koeman decidió tirar por la vía de los jóvenes. Retiró a Busquets y a Sergi Roberto para dar entrada a Gavi y a Demir. Puestos a perder, perder con los jóvenes. Poco después, entraron Mingueza y Coutinho, que volvía a jugar un partido con el Barça, y Balde, que entró por un Alba ya derrengado. El Barça decidió jugar el final del partido con un equipo casi imberbe que amenazó de manera inocente a unos bávaros que aguardaron su momento para marcar su tercer gol, de Lewandoski, por supuesto, para dar un baño de realidad a un Barça que no pudo hacer ni cosquillas a los alemanes, que a la que soltaron la primera bofetada desmontaron cualquier plan de los de Koeman.