Un Madrid trepidante
El campeón de Europa y de nuevo favorito, el Anadolu Efes de Micic, Larkin y toda la tropa, salió escaldado del WiZink Center (77-56, minuto 36) pese a que el maquillaje final disimulara bastante (82-69). Un recordatorio de que llegar a la cima cuesta, pero mantenerse es muy duro. Apenas el comienzo del camino que le aguarda, uno de dentelladas constantes, donde pondrá a prueba su capacidad de driblar y acelerar, de cambiar de ritmo, de progresar. Al Madrid le iba más en todo, necesitaba un triunfo que le confirmara y salió ovacionado, con la afición ilusionadísima en un Palacio que debe coger vuelo tras el parón. Y lo hará con un baloncesto de ritmo y fuerza, de pase. Larkin se entregó (21 puntos, 6 asistencias y 35 de valoración) y recibió una contestación grupal: entre Heurtel, Yabusele y Tavares, 43 tantos y 58 créditos. Y más: solo 48 puntos recibidos por la suma de los que no se llamaban Larkin.
Defensa, rebote y contraataque, o en su defecto, cadencia alta, una fórmula más clásica que la del famoso refresco, la que lanzó al Madrid de las primeras Copas de Europa y luego a la Selección, y la que se borró del mapa en el baloncesto de los noventa con posesiones exasperantes al límite de los 30 segundos de entonces. Una fórmula que relanzó el Lasismo, con al añadido moderno de los triples, del tiro rápido; aunque en los últimos tiempos andaba a veces guardada en el cajón.
En lo que va de curso ha habido quorum: este Real es más robusto, más fuerte atrás, más reboteador. Y hasta ahora en la Liga habíamos visto la versión defensiva, este jueves, en un duelo grande con rango de Final Four en el estreno continental, se vio lo que esa defensa puede trasladar al ataque condensado en un primer cuarto fantástico: 32-15.
Los blancos anularon a Micic y al resto de los exteriores turcos (salvo a Larkin, que entró a los dos minutos del inicio para capear el temporal: 12-0) y sacaron a sus pívots del mapa, sin ceder un rechace en su aro y asaltando el del rival. Poirier relevaba a Tavares y Yabusele era fuerte dentro y certero fuera y, cuando se sentó (24-13), Laso articuló un tridente de aleros, capaces de actuar todos de cuatro puntualmente, con Abalde y Taylor, aunque era Rudy el que se emparejaba con Singleton. Bajo ese formato, la brecha se abrió hasta los 21 puntos: 41-20.
Heurtel, en el banco en todos los arranques de cuarto salvo en el último, pasó de una exhibición anotadora en el primero (10 tantos de carrerilla) a repartir juego en el segundo. El pasador mayor del reino era Yabusele, juego entre pívots y lectura precisa de las transiciones (4 asistencias). Y buenas apariciones de Llull e impagable labor de Hanga.
No era el Efes más hambriento, con la tripa llena tras abrazar por fin la Euroliga, aunque se le abrirá pronto el apetito con el ejercicio. Ese deseo sí estaba en el Madrid, deseo de empezar bien, de reencontrarse con su gente en Europa año y medio después, y deseo de contestar a la discusión abierta con el Anadolu tras aquel playoff impredecible de hace cinco meses.
Hubo un cambio de actitud azul a la vuelta de vestuarios, más dureza, más faltas, más concentración, pero el Real lo contrarrestó con juego, con Yabusele, Williams-Goss (aún un pelín indeciso al lanzar) y, por su puesto, con Tavares, bien abastecido y colosal en el rebote, intimidante (63-42). Larkin, sin embargo, no quería hincar la rodilla tan pronto y lanzaba andanadas de talento a las que se sumaba el nuevo, Petrusev (MVP de la Liga Adriática, 21 años y 2,11 de altura), enorme clase en la continuación hacia la canasta. Insuficientes y aislados en medio del vendaval reboteador (47 a 21, ojo a eso). Un triunfo inapelable, de los de presentar candidatura.