Australia ha sido un país que, dentro de lo que cabe, ha gestionado razonablemente bien la pandemia, si bien en las últimas semanas se le ha descontrolado. Por eso, la llegada de decenas de tenistas para la disputa del Open de Australia ha obligado a establecer un protocolo estricto.
Además de las dos semanas de cuarentena obligatorias y los test PCR negativos antes del viaje, los tenistas tendrán que cumplir una serie de normas muy severas, bajo riesgo no sólo de exclusión del torneo, sino de fuertes sanciones, multas e incluso la extradición.
La previa se ha llevado fuera: los hombres en Doha (donde ha conseguido la clasificación el joven Carlos Alcaraz) y las mujeres en Dubai. El objetivo es que los competidores estén el menor tiempo posible en Australia, con lo que el riesgo de propagación del virus (sea importado o adquirido allí) se rebaje. Por eso, los que vayan a estar en el Melbourne Park tendrán que cumplir una serie de normas claves.
La primera es no salir de los hoteles. Tras verse obligados a elegir otro, por la negativa de los vecinos a compartir espacio con los tenistas, los competidores estarán alojados en el Crown Promenade y el Grand Hyatt. Sólo podrán salir cinco horas al día para entrenarse, acompañados por un único técnico, aunque luego haya más miembros del staff del torneo que les acompañen.
La policía de Victoria les escoltará en sus coches para garantizar que van y vienen del hotel a las pistas únicamente para prepararse. Para evitar tentaciones o que alguno se escape de las habitaciones, se han colocado alarmas en las salidas del recinto, incluidas las de emergencia.
En caso de que alguno se salte este protocolo, la organización contempla una serie de castigos: exclusión inmediata del torneo, sanción económica y deportación inmediata a su país de origen.