Como no sabían que era imposible, remontaron
El Barça no era consciente de que era imposible y por eso lo consiguió. En un contexto de desmoronamiento generalizado a nivel institucional, el fútbol hizo su magia y se volvió catártico. El equipo blaugrana logró la remontada para llegar a la final de Copa ganando al Sevilla en la prórroga por 3-0 y remontar así el 2-0 de la ida en un duelo gigantesco y propio de otra época.
El drama vivido en el Camp Nou tuvo de todo menos público. Un golazo descomunal de Dembélé de inicio, un penalti parado por Ter Stegen en el momento clave, polémica arbitral para dar y tomar, un gol en el descuento de Piqué, una prórroga agónica, un héroe inesperado en la figura de Braithwaite, un Sevilla dando la cara con un jugador menos durante todo el tiempo extra, un Barcelona aguantando el asedio visitante a la desesperada con Piqué visiblemente lesionado, el suspense del VAR y una épica sensacional que premió la fe del Barça y castigó a un Sevilla encogido.
El Barça es drama para lo malo, pero también para lo bueno, que en ocasiones es enorme. En una entidad golpeada socialmente, perdida en los juzgados, con más acreedores que el inquilino de la azotea del bloque de 13 Rúe del Percebe, un partido como el de ayer es de los que marcan época. O mejor dicho, de los que pueden cambiar una época.
Algunos dirán que sólo es la Copa del Rey, pero no hay que olvidar que en las peores épocas del club -y esta sin duda lo es- la supervivencia del club se basó en noches mágicas y en remontadas en los torneos de ida y vuelta: el Anderlecht y Zuviría, el Ipswich y Artola, el Feyeenord y Rexach, el Goteborg y Pichi o el Atlético de Madrid y Pizzi sonarán como gestas propias de abuelos a muchos barcelonistas acostumbrados a la excelencia, pero son las que mantuvieron al barça en días oscuros. Pues bien, a esta colección de noches para recordar se une otro binomio: Sevilla y Braithwaite.
Tratar de explicar el partido entre el Sevilla y el Barça desde un punto de vista logico es imposible, porque todo lo que pasó durante 120 minutos minutos concentra lo que cualquier guionista exigiría a un partido si este deporte fuera previsible. Pasó de todo. Y todo ocurrió en el momento preciso para que el espectador no se pudiera levantar ni un momento de la silla. La lástima para el Sevilla es que le tocó el papel de víctima ante un Barça que volvió de la tumba.
Una de las normas de oro en el fútbol es esa que dicta que “si algo funciona no lo toques”. Y eso es lo que planteó Koeman, que repitió equipo y dibujo respecto al sábado. No obstante, para poder construir este plan tuvo que romperse una norma que parecía segura: una elongación de sóleo son dos semanas de baja. Lo contrario, es milagro. Y el Barça se encontró con el milagro de la recuperacion de Pedri, que el sábado salió del Sánchez Pizjuán con muletas y que parecía que no regresaría a los terrenos de juego hasta final de mes. La titularidad del canario fue la primera gran escena de una obra apasionante.
Otra de las normas no escritas en el fútbol era la que daba por hecho que una estrella como Griezmann no estaría tres partidos seguidos en el banquillo. Otra vez agua.
Quieren más, pues más. Que Dembélé, un tipo capaz de parar un contragolpe de su equipo porque se está atando las botas marque uno de los goles del año.
Aferrado al tanto de Dembélé, el Barça trató de encontrar la gloria, pero el larguero evitó el tanto de Alba tres minutos antes de que el guionista ofreciera uno de los momentos culminantes de la obra: penalti a favor del Sevilla, que Ter Stegen paró fácilmente ante el reaparecido Ocampos. Cualquiera diria que el partido ya era del Barça, pero los culés lo sufrieron hasta el descuento, con gol de Piqué para forzar la prórroga. El Barça la empezó ya en superioridad tras la expulsión de Fernando y Braithwaite se apuntó al club de Pichi Alonso con un gol que supone una final y que el Barça defendió con Piqué lesionado para cerrar una noche épica.