El Madrid vuelve al caos
Pareció un accidente, pero no lo fue. Porque notarialmente el Madrid cayó por un penalti tonto de Nacho y un despeje aún más tonto de Courtois, pero antes, durante y después de ambos sucesos el equipo de Zidane resultó un espanto en los cuatro puntos cardinales. Bastó que el Alavés se tomara en serio el pleito para borrar a este Madrid que camina entre el infierno y el purgatorio. Lucas Pérez, Joselu y el plan de Machín le hicieron la vida imposible a un campeón que empieza a ver a Atlético y Real Sociedad con telescopio.
El Madrid no le ha cogido el punto a esta Liga. En concreto, el punto de penalti. Con cinco le han azotado en los tres últimos partidos. Con el mismo VAR y casi los mismos árbitros le señalaron dos en toda la pasada temporada. Así, de nalgas, entró en el partido por conducir sin frenos en área propia. Laguardia cabeceó un córner (ningún equipo saca más partido del balón parado que el Alavés) y Nacho quiso tapar el remate de espaldas pero extendiendo el ala para el por si acaso. Esa maniobra de alargar disimuladamente el brazo, con el gran hermano en Las Rozas, ya no cuela. Un penalti ciego y un gol de Lucas Pérez que, en cierto modo, explicaba bien el principio del choque: un Alavés presionante y vitaminado y un Madrid que, como tantas veces, se fue por las ramas.
Un inicio desastroso
Zidane había cambiado a tres de los que le hicieron feliz en Milán. Marcelo, Asensio y Casemiro salieron a escena. El tercero es inevitable, aunque vivió mejores tiempos. A los otros pretende subirles al carro, hasta ahora sin éxito. El COVID obliga a tirar de los posibles ante los habituales percances de los probables, pero la segunda unidad es ahora humo. Así que el Madrid duró en órbita lo que el satélite Ingenio en su misión.
El inicio del equipo de Zidane fue una verbena. Impreciso, fallón, descuidado, transparente atrás, ausente delante. Un desastre completo culminado con otra lesión de Hazard, ese genio que no sale de la lámpara ni de la enfermería. A la media hora tiró la toalla y se fue del brazo del médico, su mejor amigo ya en el club. La cosa pudo ponerse peor si Lucas Pérez hubiese aprovechado un mano a mano ante Courtois. Picó la pelota pero no picó el meta, que metió un tapón salvador con su corpachón de ala-pívot.
La pelea de Mariano
Por Hazard, que antes de irse reclamó un penalti de Rubén Duarte, entró Rodrygo, lo que obligó a cambiar de banda a Asensio. Mucho movimiento para no poner a Vinicius, cuya regresión parece imparable. Un cambio que despertó de golpe al Madrid, que saltó de la tonticalma a la tormenta. Pacheco salvó dos remates de Kroos y Mariano, que le pidió la pelota sin éxito, combatió después en el área sin llegar a cazar nada. Es discutible su finura, pero nunca sale sin pinturas de guerra. Un nueve de rompe y rasga. Él sí se siente recambio y no adorno. Fue el único que creyó hasta el final sin tener razones para ello. Antes del descanso le dio tiempo a Laguardia a hacerle a Marcelo un penalti insólito, por un tirón de pelo brutal. El VAR se perdió entre los rizos del brasileño.
Y a la vuelta de vestuario llegó la jaimitada de Courtois, capaz de lo mejor y de lo peor. Con un pie de madera mandó un pase a la perdición que aprovechó Joselu para el 0-2. Lo que vino después fue una desbandada general. Lucas Pérez y Joselu amenazaron con la goleada mientras los cambios en cadena de Zidane no evitaban que el ordenado equipo vitoriano metiese la piqueta en Valdebebas. Era tal el despiporre que el francés ya no pudo aguantar más a Marcelo en el campo y metió a Mendy. Ninguno de los que entraron mejoró a los que salieron merecidamente. Rodrygo sigue tímido; Vinicius está aturdido; Odegaard aún no ha saltado al hiperespacio del Madrid; Isco no ofrece ni esperanza. Hubo, eso sí, embestida bravía y tardía al final. Sólo dio para un gol de Casemiro y un larguerazo de Isco, y así el Alavés se convirtió en el tercer modesto que ganó en Valdebebas. La reiteración invalida la teoría del accidente.